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Mostrando entradas de septiembre, 2023
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Sobres, cartas, tarjetas...

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  Deisy En la mansión más antigua del pueblo de Hyunkeltown habitaba la anciana más acaudalada del lugar, Madam Charlotte White. Desde que enviudó se convirtió en una persona huidiza que no charlaba con nadie. El abandono y el descuido de su familia que emigró a otro país, también contribuyó a su afán de soledad. Su única compañía era su perra Deisy, una dachshund demasiado malcriada. La mente humana es inescrutable y digna de estudio, y la situación de la señora White era un buen abono para los delirios. Al mismo tiempo, los animales no son prejuiciosos y su compañía es fidedigna. Enemistada con su familia, deliberó que su principal heredera fuera Deisy y nadie pudo persuadirla de lo contrario. Sus excentricidades se dieron a conocer abiertamente el día en que decidió celebrar el undécimo cumpleaños de su perra por todo lo alto. En ese especial evento, invitó a toda la gente de Hyunkeltown que tuviera animales. Fueron muchos los que no se personaron, porque les pareció
  La gran orquesta Estimados lectores, los camposantos les reclaman de nuevo con sus esperpénticos caprichos y curiosidades; cuán hay oculto en unas figuras de piedra, hay que saber leerlas y entenderlas. Algunas desafiantes se erigen ante nosotros con sus veleidosas formas y sus miradas sentenciadoras. Este es el caso de hoy… Quizás algunos de ustedes ya conozcan la oscura leyenda de Fausto, el Ángel Exterminador del cementerio de Nuestra Señora de la Almudena en Madrid. Este mensajero de Dios nos advierte de la propia muerte haciendo sonar su trompeta, si están cerca y lo oyen perecerán muy pronto; mas no sólo eso, se dice que al llegar el Apocalipsis tocará su instrumento y los muertos se levantarán de sus tumbas. Aunque son muchos los ángeles filarmónicos y en mi querida tierra hay otro cuyo nombre desconozco, pero permanece erguido con su trompeta encima de un bello mausoleo cual guardián del emplazamiento. Los días de mucho viento el aire atraviesa su instrumento ha
  La imaginación Doradas armaduras sobre negros corceles derraman sangre y muerte, de desvaríos e ilusiones que se diseminan por mi desequilibrada mente y solitaria alma, colmándolo todo de pasión y éxtasis. La oscuridad recae sobre mí, más irresistible que nunca. No le temo a la Noche, pues de privilegios y gracias me ha revestido siempre con su oscuro manto. No obstante, el Día me ha mostrado con refulgencia la impiedad y la truculencia de este mundo, circundado de una negrura diferente: es una conmoción que atraviesa el espíritu con tanta claridad que mata. ¡Oh, Muerte! Admiro vuestra hermosura, porque seguir respirando aún sabiendo que he sucumbido es peor. Cuántas veces habré huido del Alba para refugiarme en el mundo de mis propias fantasmagorías, allí donde nadie me observa, en la opacidad más plena de mi cabeza y de mi corazón. Los caballeros de brillantes armaduras seguirán galopando y las espadas lamerán mi blanquecina tez, más al descubrir sus yelmos a nadie s
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  El trasplante La lluvia golpeaba los inescrutables muros con arrebato; las fuertes ráfagas de viento arrasaban las ramas de los árboles; los relámpagos anunciaban la angustia; los truenos retumbaban sentenciadores. El cielo parecía un infierno y el castillo se erigía con firmeza apuntando al ocaso. Mas en su interior, el Conde de Vermont se deleitaba con abundante vino y sustento, ajeno a la tempestad. De vez en cuando desmenuzaba un poco de pan o carne para su horrendo cancerbero, un animal deforme de dos cabezas. Una de ellas era negra como las oquedades de la tierra, hercúlea y gigantesca, con una quijada muy fuerte. Mientras que la otra era marrón como las deposiciones, muy fina y alargada. La oscura engullía el alimento con suma premura y por ello la criatura padecía malas digestiones. También sufría gastritis crónica agravada por culpa de la cabeza estrecha que se comía las heces. Ambos seres lo pasaban mal dado que compartían el mismo organismo, aunque también se hacían c
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  El Mar y sus quimeras En un pueblo costero cuyo nombre se ha perdido en los anales de la historia y de la fantasía, se forjó una leyenda. El mar era el sustento de esos hombres quienes veneraban sus salobres aguas, aunque también las temían porque sabían el peligro que entrañaban; algunos se adentraban en ellas y jamás regresaban. La mayoría eran marineros o pescadores, cuya mayor hazaña fue capturar una horrenda criatura de las profundidades. Dicho ser era una masa informe de carne, similar a un embrión, de cuyo cuerpo convergían dos piernas fusionadas, dando la apariencia de la cola de una sirena; expuesta al público en un gabinete de curiosidades para promover los caprichos de la naturaleza. Jacob también anhelaba navegar, pero él era sordomudo y un marginado que no encajaba en ese lugar. Envidiaba a los hombres de mar y siempre deambulaba por la costa con la esperanza de escuchar algún sonido. Creía en los milagros como todos los lugareños, personas piadosas que antes d
  El elixir del arrebato “ Sin sufrimiento, nunca habría sido bendecido”. Edgar Allan Poe Me llamo John… John Bradley. Durante un tiempo, mi nombre fue el único legado de un momento mucho peor, circunstancia que al fin he recobrado. A fecha de hoy, vuelvo a ser un hombre achacado por las oscilaciones de la locura, aunque eso ya ha dejado de importarme. Siempre me ha fascinado la escritura, a decir verdad, se llegó a comentar que nací con una pluma bajo el brazo. A edad temprana, abstraído por las historias que se contaban por mi pueblo -habladurías, ahora lo sé- me deleitaba escribiendo sobre ellas, pero por lo demás, guardo imprecisos recuerdos de mi niñez. Así mismo, con el transcurrir de los años y alcanzado el auge de la juventud, me serví de las palabras como una herramienta de alivio, para descargar la animadversión que sentía hacia los habitantes del lugar que me vio nacer. Los mismos que tiempo atrás ya extendían fábulas sobre algunos lugareños, falacias todas ella
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  El barrio maldito Habito en un barrio distinguido pero no siempre tuvo semejante prestigio. En efecto, dicen que este barrio es acaudalado y un lugar hermoso para vivir, sin embargo yo lo contemplo con una mirada inquisitiva, la gente en la actualidad no conoce su auténtica historia; yo tampoco la sabía hasta que la aprendí a la fuerza. Por mucho perfume que uno le eche a un cadáver, éste seguirá oliendo a podredumbre. Aquí hay una oscuridad inherente y siempre llueve, aunque en el resto de la ciudad el sol brille. La humedad es palpable, cala en los huesos y las personas enferman. Los perros del vecindario aúllan sin motivo aparente; los gatos observan algo que nadie más puede ver. Los pardos mirlos graznan todo el año; y las blancas lechuzas acechan desde la arboleda. Las moscas son las reinas del mediodía, y las polillas son las amas de la noche. Por la tierra corrupta se arrastran los gusanos. Aquí a veces ocurren cosas desagradables que no pueden explicarse pero la