La imaginación


Doradas armaduras sobre negros corceles derraman sangre y muerte, de desvaríos e ilusiones que se diseminan por mi desequilibrada mente y solitaria alma, colmándolo todo de pasión y éxtasis.


La oscuridad recae sobre mí, más irresistible que nunca. No le temo a la Noche, pues de privilegios y gracias me ha revestido siempre con su oscuro manto. No obstante, el Día me ha mostrado con refulgencia la impiedad y la truculencia de este mundo, circundado de una negrura diferente: es una conmoción que atraviesa el espíritu con tanta claridad que mata. ¡Oh, Muerte! Admiro vuestra hermosura, porque seguir respirando aún sabiendo que he sucumbido es peor.


Cuántas veces habré huido del Alba para refugiarme en el mundo de mis propias fantasmagorías, allí donde nadie me observa, en la opacidad más plena de mi cabeza y de mi corazón. Los caballeros de brillantes armaduras seguirán galopando y las espadas lamerán mi blanquecina tez, más al descubrir sus yelmos a nadie se verá. No tengáis la estúpida osadía de conjuntar fantasía y realidad, si no queréis que la luz os ciegue con su insensibilidad.


A cuántos caballeros no he conquistado ni conquistaré. Mis lágrimas ensuciaron papeles entintados sabiendo que mi única arma era este cincel, con el que iba embelleciendo palabras en algo que nunca diría, pero las acabé diciendo y naufragué. De nuevo el Amanecer con sus tempestades, ¡yo os maldigo! Pero las Sombras me ampararon y me consolaron.


Desde entonces vivo en las tinieblas, el Crepúsculo me acuna y es permisivo con mis caprichosas fantasías. Tengo el universo a mis pies, qué pobre el hombre que no puede acceder a la casa de la imaginación, ya sea porque no encuentra la llave, porque el edificio está derruido o simplemente porque nunca estuvo allí. Le invito a pasear tranquilamente bajo la irradiación del Día y comer de sus frutos, que, por amargos que estos sean, quizás quede satisfecho por no ser conocedor de nada preferible.


Pero, queridos lectores, es el momento de disiparse por bosques colmados de follaje y misteriosas criaturas; de atravesar vastos valles y espesuras; de contemplar en lo alto del horizonte las ruinas de un castillo, cercado de un lago infesto de maléficas bestias. Es la hora de mi despedida, pues me aguardan muchos mundos por descubrir, monstruos a quienes enfrentarme, personas a quienes amar... No sólo consuelo es la imaginación, sino basto imperio del ser humano.


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