Deisy


En la mansión más antigua del pueblo de Hyunkeltown habitaba la anciana más acaudalada del lugar, Madam Charlotte White. Desde que enviudó se convirtió en una persona huidiza que no charlaba con nadie. El abandono y el descuido de su familia que emigró a otro país, también contribuyó a su afán de soledad. Su única compañía era su perra Deisy, una dachshund demasiado malcriada. La mente humana es inescrutable y digna de estudio, y la situación de la señora White era un buen abono para los delirios. Al mismo tiempo, los animales no son prejuiciosos y su compañía es fidedigna. Enemistada con su familia, deliberó que su principal heredera fuera Deisy y nadie pudo persuadirla de lo contrario.


Sus excentricidades se dieron a conocer abiertamente el día en que decidió celebrar el undécimo cumpleaños de su perra por todo lo alto. En ese especial evento, invitó a toda la gente de Hyunkeltown que tuviera animales. Fueron muchos los que no se personaron, porque les pareció una auténtica insensatez y los rumores no tardaron en irrumpir por las calles del pueblo, pero otros asistieron con sus perros y gatos. También acudieron algunos campesinos con sus animales de granja, aunque sólo fuera maliciosamente para confirmar las habladurías. Deisy obtuvo muchos regalos, piropos, ¡e incluso un pastel de carne! A los ojos de Madam Charlotte parecía muy feliz y lo único que le disgustó fue el presente de un gato que cazó un ratón exclusivamente para ella.


A pesar de la espléndida celebración, al día siguiente Deisy desapareció misteriosamente. La búsqueda para encontrarla fue completa y exhaustiva, y había rótulos colgados por todo el pueblo sobre el suceso. La recompensa por encontrarla alcanzaba la cuantiosa suma de miles de libras, pero nadie consiguió localizarla. La salud de la señora Charlotte empeoró considerablemente con el devenir de los días. Las horas transcurrían deliberadamente despacio y ella las desgastaba observando las numerosas fotografías de la perra, distribuidas por todos los muebles del enclave. Una imagen llamaba especialmente la atención: ella, en exceso acicalada, luciendo un tocado con plumas de pavo real, seguida de su perra Deisy engalanada con un enorme lazo oscuro en la cabeza.


Transcurrieron raudos los años, aunque para Madam Charlotte el tiempo pesara como una losa, hasta que una encapotada mañana de invierno, un extraño carruaje llegó a su mansión. Dos monstruosas criaturas salieron de ahí, cuán grande fue su asombro y su espanto al contemplarlas. Quizás formasen parte del elenco de un espectáculo de variedades. De figura humana, un espeso pelaje recubría sus cuerpos, mas sus rostros eran zoomorfos. Iban gentilmente ataviados; uno presentaba facciones felinas e iba con un frac y un estiloso sombrero de copa alta. El personaje que lo acompañaba, parecía una dama con apariencia de can. Ostentaba un distinguido vestido de rayas y un espléndido collar. Sin embargo, lo más interesante es que se parecía mucho a Deisy: su complexión, sus orejas, su hocico, su color, sus ojos, y el mismo lazo oscuro de la fotografía.


El tiempo se detuvo por un instante y la señora reconoció a Deisy como una madre identifica a su hija. El acercamiento fue súbito y ambas se abrazaron con premura; hubo llantos de alegría, besos y caricias.


Deisy le explicó porque había desaparecido durante largos años: “Me humanizaste en demasía y me transformé en lo que soy ahora, así que huí por miedo al repudio de mi apariencia extraña”. Madam Charlotte se sintió responsable, mas luego observó a su acompañante felino: “No comprendo porque él también es medio humano”. El gentil gato habló por vez primera:


Señora, los gatos somos animales libres, somos dioses del Antiguo Egipto, dejarnos encerrados en casa es lo peor que nos podéis hacer. Somos libres por naturaleza y no estamos sujetos a ninguna regla. En el mundo animal no hay nada comparable con un gato, somos únicos, independientes, no nos plegamos a nada ni a nadie, somos un dios viviente, y como tal hacemos lo que nos da la real gana. Si te he de quitar tu sillón preferido te lo quitaré, y si te irritas conmigo, ves con cuidado con tus ojos. No me maltrates ni me dejes de lado. Yo mando, yo observo, yo decido.



Comentarios

Entradas populares de este blog