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Sobres, cartas, tarjetas...

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  Deisy En la mansión más antigua del pueblo de Hyunkeltown habitaba la anciana más acaudalada del lugar, Madam Charlotte White. Desde que enviudó se convirtió en una persona huidiza que no charlaba con nadie. El abandono y el descuido de su familia que emigró a otro país, también contribuyó a su afán de soledad. Su única compañía era su perra Deisy, una dachshund demasiado malcriada. La mente humana es inescrutable y digna de estudio, y la situación de la señora White era un buen abono para los delirios. Al mismo tiempo, los animales no son prejuiciosos y su compañía es fidedigna. Enemistada con su familia, deliberó que su principal heredera fuera Deisy y nadie pudo persuadirla de lo contrario. Sus excentricidades se dieron a conocer abiertamente el día en que decidió celebrar el undécimo cumpleaños de su perra por todo lo alto. En ese especial evento, invitó a toda la gente de Hyunkeltown que tuviera animales. Fueron muchos los que no se personaron, porque les pareció
  La gran orquesta Estimados lectores, los camposantos les reclaman de nuevo con sus esperpénticos caprichos y curiosidades; cuán hay oculto en unas figuras de piedra, hay que saber leerlas y entenderlas. Algunas desafiantes se erigen ante nosotros con sus veleidosas formas y sus miradas sentenciadoras. Este es el caso de hoy… Quizás algunos de ustedes ya conozcan la oscura leyenda de Fausto, el Ángel Exterminador del cementerio de Nuestra Señora de la Almudena en Madrid. Este mensajero de Dios nos advierte de la propia muerte haciendo sonar su trompeta, si están cerca y lo oyen perecerán muy pronto; mas no sólo eso, se dice que al llegar el Apocalipsis tocará su instrumento y los muertos se levantarán de sus tumbas. Aunque son muchos los ángeles filarmónicos y en mi querida tierra hay otro cuyo nombre desconozco, pero permanece erguido con su trompeta encima de un bello mausoleo cual guardián del emplazamiento. Los días de mucho viento el aire atraviesa su instrumento ha
  La imaginación Doradas armaduras sobre negros corceles derraman sangre y muerte, de desvaríos e ilusiones que se diseminan por mi desequilibrada mente y solitaria alma, colmándolo todo de pasión y éxtasis. La oscuridad recae sobre mí, más irresistible que nunca. No le temo a la Noche, pues de privilegios y gracias me ha revestido siempre con su oscuro manto. No obstante, el Día me ha mostrado con refulgencia la impiedad y la truculencia de este mundo, circundado de una negrura diferente: es una conmoción que atraviesa el espíritu con tanta claridad que mata. ¡Oh, Muerte! Admiro vuestra hermosura, porque seguir respirando aún sabiendo que he sucumbido es peor. Cuántas veces habré huido del Alba para refugiarme en el mundo de mis propias fantasmagorías, allí donde nadie me observa, en la opacidad más plena de mi cabeza y de mi corazón. Los caballeros de brillantes armaduras seguirán galopando y las espadas lamerán mi blanquecina tez, más al descubrir sus yelmos a nadie s
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  El trasplante La lluvia golpeaba los inescrutables muros con arrebato; las fuertes ráfagas de viento arrasaban las ramas de los árboles; los relámpagos anunciaban la angustia; los truenos retumbaban sentenciadores. El cielo parecía un infierno y el castillo se erigía con firmeza apuntando al ocaso. Mas en su interior, el Conde de Vermont se deleitaba con abundante vino y sustento, ajeno a la tempestad. De vez en cuando desmenuzaba un poco de pan o carne para su horrendo cancerbero, un animal deforme de dos cabezas. Una de ellas era negra como las oquedades de la tierra, hercúlea y gigantesca, con una quijada muy fuerte. Mientras que la otra era marrón como las deposiciones, muy fina y alargada. La oscura engullía el alimento con suma premura y por ello la criatura padecía malas digestiones. También sufría gastritis crónica agravada por culpa de la cabeza estrecha que se comía las heces. Ambos seres lo pasaban mal dado que compartían el mismo organismo, aunque también se hacían c